El Golpe de Estado de los Coroneles en Grecia en 1967.

Viendo las tragedias ocasionadas por la intervención de la sautoridades de Bruselas (en realidad Berlín) a los pueblos del sur de Europa, he considerado que no esta de más  recordar otra trágica experiencia que sufrieron los griegos durante el septenio 1967-1974: la Dictadura de los Coroneles. Un régimen hoy bastante olvidado, pero que conviene recordar, para que no olvidemos lo que son capaces de hacer los detentadores del Gran Capital, cuando ven que la Democracia amenaza sus intereses o privilegios. Cuando la Democracia entra en conflicto con el Capital, quién desaparece y es destruida es la Democracia. Transcribo a continuación, de forma acortada un ensayo sobre el tema, escrito por el historiador Julio Gil Pecharromán  en la ya desaparecida revista Historia 16.

A las dos de la madrugada del 21 de abril, carros de combate tomaron posiciones en los puntos neurálgicos de la capital, mientras tropas escogidas procedían a realizar arrestos masivos, que en pocas horas afectaron a más de 6.000 personas. El Plan Prometeo, una operación de ocupación militar  del país preparada por los estrategas del Pentágono en previsión de un movimiento popular insurreccional, estaba siendo metódicamente aplicado por las unidades comprometidas en el Golpe, a las órdenes del Jefe del Estado Mayor, teniente general Spandidakis.

Mientras el Ejército se adueñaba de las calles, el Rey Constantino se enfrentaba a un dilema parecido al de Alfonso XIII en la España de 1.923: los golpistas afirmaban actuar en su nombre y en defensa de la Monarquía, pero él había permanecido al margen de la conspiración y,- aunque es probable que entonces simpatizase con la idea de una breve dictadura regeneracionista,- se enfrentaba al hecho consumado de que un grupo de oficilaes, entre los que no contaba con hombres de confianza, le imponía un cambio de régimen que podía enfrentarle con la mayoría del pueblo.

EL Ejército y los servicios secretos estaban al lado de los golpistas y aquellos mandos que hubieran podido defender la legalidad democrática habían sido neutralizados.

Detenidos sus líderes y ocupadas sus sedes, los partidos democráticos habían perdido la capacidad de reacción y la pobalción sólo ofreció resistencia en algunos barrios obreros de las grandes ciudades.

Los Coroneles derogaron once artículos fundamentales de la Constitución de 1.952.

Parece innegable una conexión entre los golpistas griegos y el Departamento de Estado de EE.UU. y la CIA, quienes brindaron todo su apoyo logístico. Con ello, Washingtom intentaría prevenir el crecimiento del voto de izquierdas en las inminentes elecciones y la vuelta al poder de la Unión del Centro, cuya actitud sobre temas clave como la cuestión chipriota o sobre el papel de Grecia en la OTAN, crispaba enormemente a la Administración demócrata de Lyndon. B. Johnson.

El Golpe había sido practicamente incruento, y los coroneles e cuidaron mucho de no establecer un régimen de terror sistemático, pero no tardó en surgir un auténtico Estado policíaco, en  el que las autoridades amparándose en la derogación de garantías constitucionales, convirtieron la arbitrariedad represiva en algo cotidiano. Cerca de trescientas organizaciones políticas, sindicales y culturales fueron cerradas de la noche a la mañana, y a los 6.700 dtenidos en las primeras horas se sumarían otros 60.000 presuntos opositores.

Menos llamativa, pero más perdurable que la represión física era la intelectual, que los coroneles practicaron con enorme celo.

Los censores gubernamentales no sólo sometían a implacable vigilancia a los periódicos y medios audiovisuales, sino que su labor destructiva afectó a la edición de libros, obligó a revisar los textos escolares, de los cuales se suprimió cualquier alusión favorable al liberalismo o a la democracia, e incluso se llegó a mutilar algunas obras literarias de la Antigüedad, como Prometeo encadenado, Las Suplicantes o Ayax.

El más destacado hombre fuerte del nuevo régimen sería el coronel Georgios Papadopoulos, quién a través de sucesivas reorganizaciones gubernamentales, iría eliminando a aquellos de sus colegas que podían hacerle sombra y que en  muchos casos fueron envíados a dirigir lejanos distritos militares.

Y continuando con el tema de la represión, más de  seis mil oponentes fueron recluidos en Yaros y Leros, dos islas del mar Egeo. Leros acoge a prisioneros adolescentes.

Yaros es como una gran roca sin árboles ni agua, infestada de ratas. Cuando llegan los deportados, no se ha previsto nada para recibirlos, ni siquiera una tubería para las letrinas.

Estos presos no están acusados ni condenados: están arrestados preventivamente no por lo que han hecho, sino por lo que podrían haber hecho.

En septiembre de 1.967, Yaros es evacuado, y los hombres son trasladados a Leros y las mujeres-había 250- eran envíadas a la prisión de Halikarnasos. Estas mujres sufrirán en prisión el asilamiento, la falta de aire y sol y la insuficiente comida.

Otros dos campos están destinados a los jóvenes: uno en Dionisos, a unos 20 km de Atenas, el otro en Oropos. Varios lugares de interrogatorios y torturas funcionan en Salónica, así como en el interior de instituciones penitenciarias, en la prisión militar de Baytati, de Aghia Paraskevi,  en la comisaría de Nea Ionia y en el polígono de Gudi (este último en el interior de Atenas). Los detenidos sufren malos tratos corporales y torturas psicológicas.

Bibliografía.

La Grecia de los coroneles. Julio Gil Pecharromán. Historia 16. Número 56. 1994.

Los campos de la muerte. Joel Kotek y Pierre Rigoulot. Salvat Contemporánea. 2001.

Giorgios Papadopoulos (1919-1999).

Los tres principales cabecillas de la Junta Militar: Pattakos, Papadopoulos y Mazarekos.

 

Publicado por mikilis

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