La visión del Infierno en el Antiguo Egipto. La fábula del joven mago.

Erase una vez un príncipe llamado Khaemwese casado con una mujer llamada Mehusekhe, que tenían dos hijas, pero que anhelaban un varón. Año tras año, colmaban los altares de los dioses con ricas ofrendas, pero sus ruegos no tenían eco.

Finalmente, el matrimonio decidió peregrinar al templo de Osiris a rezarle a esta deidad para cumplir sus deseos. Mehusekhe, después de tres horas de ruegos a Isis y Osiris se durmió. Justo antes del amanecer, Mehusekhe se despertó sabiendo que un dios le había hablado durante el sueño. Pues una misteriosa voz le dijo:»Mujer de Setna, preséntate mañana donde tu marido se baña. Sobre el lago crece una parra. Coge una rama con su fruta. Exprime su jugo mezclado con agua y bébelo. Después abraza a tu marido y concebirás un hijo».

Mehusekhe hizo una ofrenda de gratitud, dejó el templo y fue en pos del lago y la parra. Hizo todo lo que el dios había ordenado y pronto quedó embarazada.

Una noche, un dios se apareció a Setna en sueños y le dijo:

«Setna Khaemwese, tu mujer va a  dar  a luz un niño. Cuando nazca deberá llamarse Sa-Osiris y hará maravillas en Egipto.

Cuando nació, Setna hizo todo lo que le había dicho el dios. El niño era extraordinario y poseía una inteligencia y habilidades sobrehumanas.

Una tarde, Sa-Osiris y su padre, se toparon con un lujoso funeral. El funeral de un hombre rico, que contaba incluso con plañideras (mujeres contratadas para llorar escandalosamente en entierros y funerales). Tras ellas caminaban filas de sirvientes que cargaban sillas de ébano, cofres de marfil con incrustaciones de piedras preciosas, abanicos de plumas de avestruz, etc, para enterrar todo ello con el difunto en su espléndida tumba.

Tras este funeral, hubo otro. El de un pobre. Sin amigos, sin casa…sin nada. Al verlo, Setna comentó que incluso en la muerte, el rico era más afortunado que el pobre. Sa-Osiris, en desacuerdo con su padre, le iba a demostrar lo equivocado que estaba. En una barca cruzaron el Nilo y llegaron a la Ciudad de los Muertos, junto al desierto del Oeste.

Entonces, Sa-Osiris pronunció un ensalmo, y él y su padre, descendieron al Mundo Subterráneo (lo que nosotros conocemos como Infierno y que los griegos y romanos llamaban el Hades o Tártaro).

Vestido con fina tela blanca y con piel de color verdoso, se hallaba Osiris, sentado bajo un dorado toldo con los símbolos de la realeza, el cayado y el mayal. Tras él se encontraban la valiente Isis y la gentil Neptys, y frente a él, Anubis, el dios chacal, guardián de los muertos, y Thot el dios con cabeza de Ibis, el gran escriba. La enorme sala estaba llena de espíritus de muertos benditos, y en el centro se encontraban las balanzas para comparar los pesos de los corazones difuntos con las plumas de la Verdad. En la penumbra había una monstruosa forma con una parte de león, otra de cocodrilo y otra de hipopótamo: era Ammit, el gran Devorador que daba una segunda muerte a las almas malditas.

Uno de los espíritus benditos envueltos en doradas ropas,llevaba las plumas de la Verdad en sus cabellos y se hallaba situado junto al trono de Osiris. Le reconocieron enseguida. Era el pobre desgraciado que habían visto en un pobre ataúd y al que nadie lloraba. Su espíritu llegó al  Mundo Subterráneo y se le juzgó. Se enfrentó con los 42 jueces (que ya son jueces) y su corazón fue pesado con las plumas de la Verdad. Sus buenas acciones pesaron más que las malas. Osiris ordenó que al pobre se le ofrecieran los bienes del rico y un lugar entre los espíritus benditos.

Entonces, Setna y Sa-Osiris pasaron a otras salas. En la primera vieron a un grupo de hombres sentados en cuclillas en el suelo de una lóbrega estancia que intentaban trenzar paja para formar cuerdas, Sus dedos estaban en carne viva y su tarea era interminable, pues junto a cada hombre había un burro que se comía las cuerdas.

Había tres hombres esqueléticos, consumidos por el hambre. Sobre sus cabezas pendían panes y jarras de agua. A la más mínima posibilidad de alcanzarlos, los demonios cavaban fosos bajo sus pies. Los hombres caían en sus hoyos antes de alcanzar las provisiones y maldecían atormentados por el hambre que les consumía.

La sala siguiente estaba llena de almas suplicantes, y el eje de la gran puerta estaba fijo en el ojo de un hombre que continuamente gemía y rezaba. Ese hombre condenado a la Eternidad a tan infausto tormento, era el rico al que acababan de enterrar. Había sido ya condenado, pues sus malas acciones habían pesado más que las malas.

Setna comprendió que su hijo tenía razón y le propuso que siguiera enseñándole otros maravillosos misterios.

Setna había visto lo que ningún otro hombre vivo había podido ver, y ahora sabía que incluso el  hijo de un faraón debía sentir temor ante el Juicio de la Muerte.

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Cayado y Mayal, símbolos del poder faraónico.

Ammit. El Devorador de Almas Pecadoras.

Anubis pesando el corazón y la pluma.

Thot tomando notas.

La diosa Isis.

La diosa Nepthys.

Publicado por mikilis

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9 comentarios sobre “La visión del Infierno en el Antiguo Egipto. La fábula del joven mago.

    1. No estoy seguro exactamente, pero sé que es uno de estos dos libros: Dioses y faraones de la Mitología Egipcia o Ciudades fabulosas y Príncipes Yinn de la Mitología Árabe. Ambos fueron publicados en Anaya. Hoy estarán descatalogados porque son de finales de los 80.

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